Marchas vs. Programas
¿Cuál es la realidad?
Escrito por: Julissa Suárez
El día jueves se efectuó una marcha por “la dignidad de la ciudad de Guayaquil”, dicho en palabras textuales del personero municipal de esta ciudad. Mientras en otros sectores de la ciudad se promocionaban programas que el Gobierno impulsa, los preparativos del día anunciado se finiquitaban a pasos acelerados. La hora cero llegaba.
Estas exclamaciones avivaban la efervescencia de toda una multitud, ansiosa y expectante de toda una vorágine de reacciones. Hacerse escuchar era la consigna. Entretanto el primer mandatario, sereno y pausado, daba sus declaraciones antes de emprender su viaje a Cuba; dos escenarios totalmente diferentes.
Las 36 torres de parlantes, ubicadas a lo largo de la Av. 9 de Octubre, desde la calle Quito hasta el malecón Simón Bolívar, emitían los estrepitosos sonidos que provenían del público y el alcalde, quien arengaba a los asistentes con sentidas frases: "Guayaquileños y ecuatorianos (...) Hoy y mañana estaré con ustedes porque soy parte de ustedes…”. Y enardecía al enunciar cada crítica contra las políticas del régimen, respecto a las rentas y a la libertad de prensa en el país: “El temor, la persecución, el engaño, representado en esas cadenas, tan frecuentes como cínicas como mentirosas está afectando la libertad. ¿Vamos a tolerar eso?” “No”, contestaba el conglomerado.
“Somos gente de paz y de trabajo, de progreso y libertad. Solo eso queremos y lo deseamos para el país entero…”
Muchas de estas declaraciones fueron aplaudidas y celebradas por toda la concurrencia; a la vez que fueron juzgadas y criticadas, tanto por simpatizantes correistas como autoridades oficialistas.
¿Cuál es el fin de todo esto? ¿Declarar una batalla campal entre dos poderes que se adjudican cada vez que pueden logros importantes, cuando su obligación es esa?… ¿O quizá estamos presenciando una ruptura mucho más aguda entre el cabildo porteño y el palacio de Carondelet, que no es una situación novedosa?
Justamente para tiempos en los que la economía se torna asfixiante para los ecuatorianos, las distintas entidades se pronuncian con proyectos y ofertas, que prometen “sacar de la pobreza” a la ciudadanía en general. Y reparten volantes, inscriben personas que aspiran a comida, empleo y educación gratuitos; llenan un saco de ilusiones que para el pueblo son más que eso: son sus esperanzas y prioridades más inmediatas.
Sin ánimos de levantar polémicas innecesarias, y sin estar adherida al pensamiento oficialista o al opositor, hablo como ciudadana cuando pienso que Guayaquil, y el país merecen más que manifestaciones, acciones inmediatas y compromiso sincero, que no se resquebraje o merme a la mitad del camino emprendido. Creo que todos los ecuatorianos somos gente digna, y no hace falta vociferarlo, porque a más de dignos, somos gente inteligente y capaz. No somos títeres en la obra teatral de nadie, ni volantes que se desechan después del evento anunciado. Esperamos y exigimos mucho más de lo que recibimos, y estamos en la posición de exigirlo siempre.
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