3 may 2010

CRITICA

Es más duro trabajar desde la oscuridad


Por: Ma. Cisne Guamán

Antonio Loor se despierta a las 04:00 de la mañana todos los días. El vive en un pequeño cuarto que alquila al sur de Guayaquil y que paga con la venta de inciensos, velas aromáticas, cigarrillos, caramelos y hasta cosméticos, productos que guarda en un bolso y que con ayuda de un bastón sale listo de su casa con dirección al centro de la ciudad.

La calle 9 de octubre es uno de los escenarios en el que se protagoniza la historia de muchas personas no videntes que luchan por sobrevivir, trabajando como vendedores informales.

Familias enteras son sostenidas con $3 o $5 diarios, dinero que es producto de las ventas máximas de estas personas, cuyas limitaciones físicas se convierten también en limitaciones comerciales, porque no pueden recorrer la ciudad y deben instalarse en un solo lugar, con la esperanza de que algún transeúnte les compre algo.


Vivir es aún más duro desde la oscuridad, porque detrás de mí están los que no tienen la culpa de eso, y mi deber es trabajar por ellos”, ese es el argumento de uno de los 15 vendedores informales no videntes que encontramos, los que solo no se cansan de esperar por largas horas, sino que además soportan abusos de las personas que de forma inhumana los discrimina y a veces no bastándoles con eso, hasta les roban.

Son estas actitudes las que deberían ser penadas en los juzgados. Lo peor es que son realizadas por policías municipales que con aires de “súper hombres”, maltratan y destruyen todo lo que encuentran al paso.

Se supone que su labor es controlar el orden de los vendedores informales en la ciudad, pero eso no significa que el poder de sus actos tenga que convertirse en abuso. Eso sí es reprochable y debería ser considerado y corregido bajo la ley.

Ayer, Antonio sufrió un accidente cuando uno de los municipales le arrancho la canasta de sus productos solo porque caminaba por una zona en la que no esta permitida la venta, él casi es atropellado por un carro al salir corriendo para que no le logren quitar la mercadería.

¿Hasta donde debemos llegar para cumplir con nuestro trabajo?
¿Conoces alguna historia similar a esta?


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