LA PSICOLOGÍA DEL ENGAÑO
Por: Jorge Tigrero
Los abogados de los asesinos de la familia Clutter, Perry Smith y Dick Hickock, basaron su defensa en argumentar que Perry y Dick no fueron conscientes de sus actos.
¿Smith y Hickock padecían una enfermedad mental?, ¿La masacre de toda una familia fue el acto inconsciente de un par de locos?
Truman Capote, en su novela A Sangre Fría, no brinda una respuesta concreta a estas preguntas. Se convierte en un narrador omnisciente, conocedor de la infancia, adolescencia, pasión y muerte de los asesinos. Pero en ningún momento los cataloga como bestias despiadadas o monstruos sanguinarios, al contrario, se enfoca en detallar los traumas psicológicos, miedos, obsesiones y desgracias que sufrieron Hickock y Smith a lo largo de su vida.
¿Es acaso esta forma de narrar una manera de justificar un asesinato tan brutal?
La obra de Capote no es imparcial. Él expresó en muchas entrevistas que admiraba a Smith y que sentía poca afinidad por Hickock. A pesar de que en su narración detalla la vida de ambos y resalta el gran resentimiento social desarrollado por ellos, es por medio de la descripción que realiza acerca de Smith que podemos percibir mayores dosis de drama lo que origina en el lector un sentimiento de pena hacia el asesino.
Capote cita como fuentes a un prestigioso médico, el doctor Joseph Satten de la Clínica Menninger, incluso hace referencia a un artículo publicado en The American Journal of Psychiatry titulado “Asesinato sin motivo aparente: Estudio sobre la desorganización de la personalidad”. Por medio de los cuales concluye que cuando Perry atacó al Sr. Clutter se hallaba en “un eclipse mental”, inmerso en la oscuridad esquizofrénica porque supuestamente descubrió que lo que estaba destruyendo no era un “hombre de carne y hueso”, si no “una imagen clave de una configuración traumática”: ¿Su padre?, ¿el sargento que lo maltrataba en el ejército?, ¿el funcionario que le dio la libertad condicional prohibiéndole poner de nuevo los pies en Kansas?, quizás uno de ellos, o todos a la vez.
Todo esto se reafirma con los testimonios de Smith, primero personificando el título de la obra, convirtiéndose en el asesino a sangre fría: “No tenía intención de hacerle daño al Sr. Clutter. Pensé que era un hombre muy amable. De voz suave. Así lo creí hasta el momento en que le corté el cuello”. Y el punto culminante, un testimonio que parece un calco de los síntomas de Esquizofrenia Simple. La definición dice que los esquizofrénicos, comúnmente viven experiencias traumáticas en su infancia y en sus desequilibrios mentales recuerdan todo el maltrato vivido. Reaccionan de manera violenta sin importar el daño que causan a la gente que los rodea y por lo general no sienten arrepentimiento ni dolor.
El análisis de Capote induce al lector a pensar que Perry Smith era un enfermo mental que no podía distinguir entre el bien y el mal y que sus acciones violentas tenían un origen traumático y una justificación psicológica. En su confesión Smith lo deja muy claro: “No me habían hecho ningún daño (los Clutter). Así como lo hicieron otras personas. Como tantas personas en mi vida. Pero quizá los Clutter tuvieron que pagar por todos”.
La pregunta clave que confirma definitivamente la postura del escritor se encuentra en el capítulo dedicado al juicio, a través del análisis realizado por el Dr. Jones, encargado de la evaluación psicológica de los acusados:
- Dr. Jones, a partir de sus conversaciones y examen, ¿sabe usted si Perry Smith distinguía el bien del mal cuando tuvo lugar la ofensa que se discute en este juicio?, conteste sí o no.
- Mi respuesta es no.
Al contrario, el análisis psicológico descrito por Capote acerca de Dick Hickock, presenta al otro asesino como un hombre plenamente consciente de sus actos, incluso lo describe como “el cerebro del crimen”. Capote utiliza el análisis del Dr. Jones para explicar la lucidez de Hickock: “Richard Hickock posee una inteligencia superior a la media, entiende con facilidad nuevas ideas y tiene un amplio bagaje de información. Capta rápidamente cuanto sucede a su alrededor y no presenta señal alguna de confusión mental ni de desorientación”. La confirmación definitiva de la postura del escritor acerca de la actitud de Hickock se reafirma en la respuesta a la misma pregunta: ¿Hickock distinguía el bien del mal cuando tuvo lugar el asesinato?, la respueta fue un rotundo sí.
Concentrándonos solo en el análisis psicológico y dejándonos llevar por las historias de infancias desgraciadas y maltratos, fácilmente podemos dudar de la culpabilidad de los asesinos; sin embargo no debemos olvidar la realidad. Los hechos: Hickock y Smith ataron y amordazaron a Herbert Clutter, su esposa Bonnie y a sus hijos Kenyon y Nancy, luego los ejecutaron uno por uno con un disparo de escopeta directo a la cabeza. El móvil del crimen fue el robo a la casa de los Clutter, el plan maestro de Dick Hickock producto de su ambición sin medida por el dinero. Hickock fantaseaba con violar a la joven Nancy y Perry Smith torturó al Sr. Clutter antes de disparar, cortándole la garganta con un cuchillo.
¿Smith y Hickock debieron ser perdonados? Mi respuesta final es un rotundo No. Ellos tuvieron la osadía de fanfarronear acerca de la “perfección de su crimen”, además, lo más probable era que si hubiesen encontrado dinero en la casa de los Clutter, no habrían regresado a Kansas y la policía jamás los habría capturado. En definitiva, Perry Smith y Dick Hickock fueron dos asesinos despiadados, unos verdaderos monstruos que se convirtieron en una máquina de matar.
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